lunes, 21 de septiembre de 2009

"Te escribo, ve." LITERATURA EN EL VALLE. Semana

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"DE LA HACIENDA CAÑERA A HISTORIAS DE PIRATAS."
Por Omar Ortiz Forero
Versión original, al final.*

LA LITERATURA
EN EL VALLE


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El universo vallecaucano:
un completo panorama,
una nueva mirada, u
na gran edición especial.


Carátula de la publicación. Separata-libro de la revista Semana,
Septiembre 20, 2009. 24.3 x 27.3 x 0.9 cms.. 242 páginas
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EL PODER VALLECAUCANO

La grandeza de los pueblos está en la sabiduría con la que asumen los errores del pasado para transformar el presente y construir el futuro. De la mano de nuevos gobernantes y líderes regionales, el Valle del Cauca está reencontrando el camino de pujanza, progreso y civismo que hace dos décadas pareció perder.

Hoy este departamento sabe que en su rica historia, sus recursos naturales, su talento humano y el liderazgo de sus empresarios tiene las llaves para convertirse de nuevo en ejemplo para Colombia. Con el mayor número de ciudades intermedias y el 10 por ciento de la población del país, el Valle es un punto de encuentro de migrantes y culturas y la gran puerta de Colombia en el océano Pacífico.

Para tomar el pulso a su progreso, SEMANA se dio a la tarea de hacer un completo panorama para ir más allá de los estigmas que todavía siguen opacando todo lo bueno que está pasando en esta región, sin perder de vista los problemas que aún aquejan a sus habitantes.

El Poder del Valle es una gran edición especial que, apoyada en todos los recursos periodísticos y gráficos, muestra las esferas del poder que mueven al departamento, su gente, su economía, sus regiones, sus avances y sus modelos de liderazgo.

El Poder del Valle es una invitación a detenerse a pensar en una de las regiones más importantes del suroccidente colombiano. Para ver, más allá de la cotidianidad noticiosa, la fuerza de una región en movimiento. Una mirada nueva al universo vallecaucano.
Contracarátula de la publicación
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LA LITERATURA EN EL VALLE
Foto a dos páginas 208 y 209, enfrentadas.
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TE ESCRIBO, VE
En el departamento la literatura se abrió espacio en medio de una sociedad saturada por el romanticismo, la influencia terrateniente y la violencia política. Radiografía de una tendencia que aún no cierra la página.

Por Omar Ortiz Forero , Escritor y catedrático
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En estos tiempos en que la literatura ha dejado de ser lo que nos enseñó la modernidad, un acto creador que tenía como principio el goce estético y la capacidad transformadora del hombre, y se convirtió en un objeto más del mercado, es importante tener otras miradas que acerquen al hombre contemporáneo a una realidad que padece pero que no alcanza a comprender. El dilema actual al que se enfrenta un escritor está en escoger si su temática tiene que ver con hechos vitales o si se limita a la coyuntura o la moda.

ROMÁNTICOS Y TERRATENIENTES
Para logar una aproximación a la literatura escrita en el Valle, se tiene que partir de dos obras que en el siglo XIX establecieron las preocupaciones, los temas objetos de ficción y de imaginación creativa de quienes iniciaron la narración y el trabajo poético en una región que para ese entonces hacía parte de lo que se ha conocido como el Gran Cauca. Me refiero a María y El alférez Real, novelas de Jorge Isaacs y Eustaquio Palacios.

La María es sin discusión la obra cumbre de la narrativa romántica en América. Su rápida difusión por todo el continente, su vigencia como fuente de estudio de una época de especial agite político y social en el país, nos permiten afirmar que continúa siendo de interés en los lectores de Colombia y el mundo. Y, El Alférez Real, la novela de Palacios, establece el comportamiento de las elites ilustradas vallecaucanas con respecto a la tradición de la hacienda cañera y su enconchamiento en un lugar aislado del resto del país y del mundo.

En ese mismo tiempo debemos señalar los trabajos de los bugueños Luciano Rivera y Garrido, Leonardo Tascón y de la tulueña Mercedes Gómez Victoria, pionera de la narrativa femenina en Colombia con su obra Misterios de la vida, publicada en la Imprenta Nacional en año 1884.

En el caso de la poesía, sus cultores más prominentes del momento inician la publi­cación de su obra con una gran preocupación por el paisaje que los circunda, como dones del Creador al que rinden alabanza desde los cánones de la religión católica. Como cantores más representativos de estas ca­lendas podemos señalar a Isaías Gamboa, autor también de la novela La tierra nativa, a Mario Carvajal y a Antonio Llanos.

EL RADICALISMO LIBERAL Y LA VIOLENCIA

A partir de 1910, el Valle del Cauca inició un proceso de transformación que parte de tres hechos fundamentales, la creación del departamento, la puesta en marcha del Ferrocarril del Pacífico y la colonización de las tierras de ladera con la consiguiente creación de las fincas cafeteras. Este nuevo ámbito económico genera en los vallecau­canos un fervor por las causas populares.

Se establecen movimientos de tendencia so­cialista en todas las principales ciudades del recién creado departamento, se abre paso un incipiente pero entusiasta proyecto gremial impulsado por artesanos influenciados por
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el pensamiento liberal del que hacen gala hombres como Rafael, Tomás y Heraclio Uribe, que cuestiona la renta de la tierra como el principal escollo para el desarrollo productivo y equitativo. Tales pretensiones de participación democrática ponen en jaque a la vieja oligarquía vallecaucana acostumbrada a los enormes privilegios del trabajo servil y esclavizan te. La respuesta a las tendencias de tipo libertario que se afianzan en la región es el propiciar a partir de los años 40 del exterminio físico de tal proyecto liberal con el fenómeno de 'la Violencia'. Si bien dicho período que abarca más o menos 20 años, resulta estéril para la creación y la imaginación, una vez restablecida la hegemonía del poder de las elites dominantes, quienes padecieron las tropelías de tan oscuros años comienzan a recrear desde la ficción sus atropellos. Así comienza a escribirse en el país y sobre todo en la región la novela sobre la violencia que tiene en el Valle a expositores como el tulueño Fernán Muñoz Jiménez con su obra Horizontes cerrados, el caleño Arturo Alape con Noche de pájaros, pero sobre todo con la novela de Álvarez Gardeazábal, Cóndores no entierran todos los días, que marca un hito en la manera como se vuelve ficción el episodio de la Violencia.

LA MODERNIDAD

Una vez consolidado en el departamento el proyecto de industrialización con la conformación de los ingenios azucareros en lo que originalmente eran los grandes trapiches cañeros y la inversión empresarial nacional y extranjera en la región a partir de los años 70, se establece un dinámico proceso de urbanización de los antiguos y apacibles pueblos, entre ellos Cali, su capital, que conforman el rico valle geográfico. Este predominio de la ciudad sobre lo rural trae como consecuencia inmediata el cambio en el imaginario de sus gentes y la necesidad de crear universidades para preparar un nuevo tipo de sociedad acorde con las nuevas tecnologías.
Surge así la ciudad con su múltiple diversidad, con su mirada cosmopolita, con su hervidero de tendencias artísticas y culturales que por esas calendas recorre el mundo intelectual, como la vanguardia de la creación literaria desde la narración y la poesía. Es el boom de la literatura vallecaucana con autores como el ya citado Álvarez Gardeazábal, el bugueño Fernando Cruz Kronfly, el narrador del barrio Obrero Umberto Valverde, Óscar Collazos, Rodrigo Parra Sandoval, Enrique Cabezas Rher, Óscar Londoño Pineda, Hernán Toro, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Armando Romero, Fabio Martínez y Andrés Caicedo.

A la par de este variado y notable pa­norama narrativo, por los años 70 comienzan a publicar unos poetas que en la actualidad han logrado suficiente reconocimiento nacional e internacional pese (o por) la pluralidad de sus voces que denotan no sólo el talento que deben tener los que trabajan la palabra poética, sino un cuidadoso rigor sumado a una especial y detallada manera en la elaboración de la imagen, cualidades propias de quienes asumen verdaderamente el reto, a veces frágil, de la poesía. Son, entre otros, Jota Mario Arbeláez, Harold Alvarado Tenorio, Tomás Quintero, Cecilia Balcázar, Gerardo Rivera, Antonio Zibara, Álvaro Burgos, Rodrigo Escobar Holguín, Aníbal Arias, Carmiña Navia, Carlos Vázquez, Fabio Arias, Amparo Romero, Medardo Arias, Ana Milena Puerta, Horacio Benavides, Julián Malatesta, Orienta Lozano, Carlos Fajardo, Ángela Tello, Fabio Ibarra Valdivia y Jorge Eliécer Ordóñez.
Mención especial merece el dramaturgo Enrique Buenaventura, quien no sólo transformó el teatro colombiano con obras como La orgía, Soldados y El maravilloso viaje de la mentira y la verdad, sino que fundó la Escuela de Teatro de la Universidad del Valle y fue un connotado poeta y un consumado cronista y narrador.

TIEMPOS DIFÍCILES

Pero como no hay paraíso sin serpiente una nueva calamidad acechaba a los vallecaucanos: el narcotráfico, que con su gran poder corruptor y con un Estado y una dirigencia cómplice fue capturando todos los espacios de la Nación. En el Valle del Cauca el poder de este delito provocó una estigmatización sin precedentes que llevó a la cárcel a su dirigencia política en el proceso 8.000, como no se vio en ninguna otra región colombiana y cambió la forma de relacionarse de la sociedad vallecaucana, sus valores éticos, amén de sus gustos e imaginarios ciudadanos.

La novela sicaresca, ampliamente acogida por los jefes de mercadeo de las grandes editoriales que ven en esta expresión perversa del héroe una mina de oro para sus intereses comerciales, en el Valle del Cauca mantiene una tradición narrativa y poética que privilegia el buen uso del lenguaje, el mantenimiento de una trama, como ocurre por ejemplo en la novela de Édgar Collazos, “El demonio en la proa” , y que es ni más ni menos una historia de piratas.

Con la misma dedicación y el mismo cuidado en oficio trabaja una nueva hornada de contadores de historias, de los que podemos mencionar a Germán Cuervo, Eduardo Delgado, María Elvira Bonilla, Juan Fernando Merino, Harold Kremer, Boris Salazar, Orlando López Valencia, Alberto Esquivel, Hoover Delgado, Philip Potdevin, Julio César Londoño, Óscar Osorio, Alejandro López Cáceres, Pilar Quintana, Antonio García, áscar Perdomo Gamboa, Ángela Rengifo y José Zuleta.

Además, las voces de jóvenes poetas como Elvira Alejandra Quintero, Carlos Patiño, Diego Rodrigo Echeverri, J. J. Guzmán, Norman Muñoz Vargas, Hernando Urriago y Elizabeth Marín, para citar algunos, insisten en demostrar que hay creación en medio de la barbarie.
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* Gracias al autor, NTC … tuvo acceso al texto original que él envío a la revista. Respetando los criterios editoriales que ella haya tenido, lo publicamos para ampliar la información a nuestros lectores y para dar continuidad a los diálogos que NTC … ha difundido y animado, de tiempo atrás, sobre la LITERATURA en el VALLE (Archivos: enlaces en la columna de la derecha, arriba). Los enlaces so de NTC ... .
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DE LA HACIENDA CAÑERA A HISTORIAS DE PIRATAS.

Por: Omar Ortiz Forero

En estos tiempos en que la literatura ha dejado de ser lo que nos enseñó la modernidad, un acto creador que tenía como principio el goce estético y la capacidad transformadora del hombre, para convertirse en un objeto más del mercado, es importante tener otras miradas que acerquen al hombre contemporáneo a una realidad que padece pero que no alcanza a comprender. El dilema actual al que se enfrenta cualquier escritor de este tiempo está en escoger si su temática tiene que ver con hechos vitales o si se limita a la coyuntura o la moda imperante. En extremo, la manera en que lo resuelva puede volverlo millonario o condenarlo al olvido. Pero hay alternativas. Ejemplos de ellas son las que han asumido los actuales escritores y poetas del valle del cauca.

Frente a una tradición canónica, como María, y una cotidianidad que puede parecer abrumadora, nuestros creadores literarios han optado por un cuidadoso manejo del lenguaje, que en ocasiones puede parecer barroco, como las novelas históricas de William Ospina, pero que nunca dan pie a facilismos que tengan como fin halagar y complacer al lector. Tampoco han escogido los caminos de los temas de moda y persisten en superar la tradición y la realidad circundante arriesgando nuevas formas que pueden ser exitosas como el libro Paños menores , de Jota Mario Arbeláez que obtuvo el Premio de Poesía Chino Varela, en Venezuela a principios de este año.

No la tienen fácil nuestros jóvenes creadores quienes tienen que superar la herencia de autores como Álvarez Gardeazábal con Cóndores no entierran todos los días, y Andrés Caicedo con Que viva la música, quienes sin duda fueron más allá del cánon y la época.


Románticos y terratenientes.

Para logar una aproximación a la literatura escrita en el Valle del Cauca, se tiene que partir de dos obras que en el siglo XIX establecieron las preocupaciones, los temas objetos de ficción y de imaginación creativa de quienes iniciaron la narración y el trabajo poético en una región que para ese entonces hacía parte de lo que se ha conocido como el Gran Cauca. Me refiero a “La María” y “El alférez Real” las novelas de Jorge Isaacs y Eustaquio Palacios.

La novela de Isaacs es, sin discusión, la obra cumbre de la narrativa romántica en América. Su rápida difusión por todo el continente americano, la gran cantidad de lectores que han repasado con cuidado y emoción sus páginas, su vigencia como fuente de estudio de una época de especial agite político y social en el país, nos permiten afirmar que dicha obra continúa ejerciendo un especial interés en el público lector de Colombia y el mundo. Publicada en 1867, la particular y movida vida de su autor ha dado material para que autores contemporáneos, entre ellos el profesor de la Universidad del Valle Fabio Martínez, novelen su singular periplo vital.

Y, “El alférez Real”, la novela de Palacios, nacido en Roldanillo en 1830, establece el comportamiento de las élites ilustradas vallecaucanas con respecto a la tradición de la hacienda cañera en la geografía vallecaucana y su enconchamiento en un mundo aislado del resto del país y del mundo.

En ese mismo tiempo histórico debemos señalar los trabajos de los bugueños Luciano Rivera y Garrido, Leonardo Tascón y de la tulueña Mercedes Gómez Victoria, pionera de la narrativa escrita por mujeres en Colombia con su obra “Misterios de la vida” publicada en la Imprenta Nacional en el año 1884 y reeditada por la Universidad Central del Valle de Tuluá en su colección CantaRana en el 2005.

Por otra parte, en el caso de la poesía, sus cultores más prominentes en esos iniciales momentos de nuestro quehacer creativo, inician la publicación de su obra entrado el siglo XX con una notable preocupación por el paisaje que los circunda, la belleza de la flora y la diversidad de la fauna vallecaucana, como dones de la magnificencia del Creador al que rinden alabanza desde los ortodoxos cánones de la religión católica. Como cantores más representativos de estas calendas podemos señalar a Isaías Gamboa, autor también de la novela “La tierra nativa”, a Mario Carvajal y a Antonio Llanos.

El radicalismo liberal y la violencia política.

A partir de 1910, el Valle del Cauca inicia un proceso de transformación socio-político que parte de tres hechos fundamentales, la creación del Departamento, la puesta en marcha del Ferrocarril del Pacífico y la colonización de las tierras de ladera con la consiguiente creación de las fincas cafeteras. Este nuevo ámbito económico genera en las gentes vallecaucanas un inusitado fervor por las causas populares. Se establecen movimientos de clara tendencia socialista en todas las principales ciudades que hacen parte del recién creado Departamento, se abre paso un incipiente pero entusiasta proyecto gremial impulsado por artesanos influenciados por el pensamiento liberal del que hacen gala hombres como Rafael, Tomás y Heraclio Uribe, que cuestiona la renta de la tierra como el principal estigma para el desarrollo productivo y equitativo de la región. Tales pretensiones de participación democrática e incluyente ponen en jaque a la vieja oligarquía vallecaucana acostumbrada a los enormes privilegios del trabajo servil y esclavizante. La respuesta a las tendencias de tipo libertario que se afianzan en la región es el propiciar a partir de los años cuarenta el exterminio físico de tal proyecto liberal con el fenómeno que se ha conocido como “La violencia”.

Si bien dicho período que abarca más o menos veinte años, de los años 40 a los 60, resulta estéril para la creación y la imaginación, una vez restablecida la hegemonía del poder de las elites dominantes, quienes padecieron las tropelías de tan oscuros años comienzan a recrear desde la ficción sus siniestros atropellos. Es así como comienza a escribirse en el país y sobre todo en la región vallecaucana la novela sobre la violencia que tiene en la región a expositores importantes como el tulueño Fernán Muñoz Jiménez con su obra “Horizontes cerrados” el caleño Arturo Alape con “Noche de pájaros”, “El diario de un guerrillero”, “Las muertes de Tirofijo”, “El cadáver de los hombres invisibles”, “El Bogotazo”, “Memorias del olvido” y “Tirofijo”, pero sobre todo con la novela de Álvarez Gardeazábal, “Cóndores no entierran todos los días” que marca un hito en la manera como se ficciona el episodio de la Violencia en Colombia y de la que afirma el profesor Jonathan Tittler en su estudio “El Verbo y el Mando” publicado por la Universidad Central de Tuluá en el 2004, “Hay algo abrumadoramente potente en este texto, que rápidamente se transformó en un ejemplar paradigmático de la Novela de la Violencia en Colombia y que logró adaptarse a la pantalla grande bajo la dirección de Francisco Norden (1985)”. Según el autor de Cóndores hay más de 60 ediciones oficiales y más de 90 ediciones piratas, siendo las dos más recientes edición autorizadas la de la colección “50 novelas y una pintada” (FILB, 2008) de Pijao Editores y la que acaba de publicar la red de universidades regionales “Alma Mater” y que fue entregada al público en la Feria del Libro de Bogotá en el mes de agosto.

La modernidad

Una vez consolidado en el Departamento el proyecto de industrialización con la consolidación de los ingenios azucareros en lo que originalmente eran los grandes trapiches cañeros y la inversión empresarial nacional y extranjera en la región a partir de los años setenta, se establece un dinámico proceso de urbanización de los antiguos y apacibles pueblos, entre ellos Cali, su capital, que conforman el rico valle geográfico. Este predominio de la ciudad sobre lo rural trae como consecuencia inmediata el cambio en el imaginario de sus gentes y la necesidad de crear centros educativos de índole superior para preparar un nuevo tipo de sociedad acorde con las nuevas tecnologías. Se da entonces un vuelco en la manera de enfrentar el hecho literario pasando de la pasividad bucólica de una poesía esteticista y acartonada a un imperioso afán por narrar y poetizar las nuevas realidades con que se reedifica el entorno.

Surge así la ciudad con su múltiple diversidad, con su mirada cosmopolita, con su hervidero de tendencias artísticas y culturales que por esas calendas recorre el mundo intelectual, como la vanguardia de la creación literaria desde la narración y la poesía. Es el boom de la literatura vallecaucana con autores como el ya citado Gustavo Álvarez Gardeazábal, el bugueño Fernando Cruz Kronfly, el narrador del barrio Obrero Umberto Valverde, Oscar Collazos, Rodrigo Parra Sandoval, Enrique Cabezas Rher, Oscar Londoño Pineda, Hernán Toro, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Armando Romero, Fabio Martínez, y el malogrado Andrés Caicedo.

A la par de este variado y notable panorama narrativo, por los mismos años setenta comienzan a publicar una singular pléyade de poetas que en la actualidad han logrado suficiente reconocimiento nacional e internacional pese o por la pluralidad de sus voces que denotan no sólo el talento que deben tener los que trabajan la palabra poética, sino un cuidadoso rigor sumado a una especial y detallada manera en la elaboración de la imagen, cualidades propias de quienes asumen verdaderamente el reto, a veces frágil, de la poesía. Son, entre otros, Jota Mario Arbelaez, Harold Alvarado Tenorio, Tomás Quintero, Cecilia Balcazar, Gerardo Rivera, Antonio Zibara, Álvaro Burgos, Rodrigo Escobar Holguín, Aníbal Arias, Carmiña Navia, Carlos Vázquez, Fabio Arias, Amparo Romero, Medardo Arias, Ana Milena Puerta, Horacio Benavides, Julián Malatesta, Orienta Lozano, William Ospina, Carlos Fajardo, Ángela Tello, Fabio Ibarra Valdivia y Jorge Eliécer Ordóñez

Mención especial merece el dramaturgo Enrique Buenaventura quien no sólo transformó el teatro colombiano con obras como “La orgía”, “Soldados” y “El maravilloso viaje de la mentira y la verdad”, para citar algunas, fundado también la Escuela de Teatro de la Universidad del Valle sino que fue además un connotado poeta y un consumado cronista y narrador, como lo demuestra la recopilación que acaba de publicar la Universidad del Valle y de la que dice Eduardo Galeano, “Enrique Buenaventura fue una de los mejores narradores orales que yo tuve la suerte de escuchar y la desgracia de envidiar. Estas páginas demuestran que Enrique era excelente por lo hablado, y por escrito también. Leyéndolo, lo escucho, y con él viajo y me pierdo y me encuentro, y lo encuentro. Duro de matar, el hombre”.

Tiempos difíciles.

Pero como no hay paraíso sin serpiente una nueva calamidad acechaba a los colombianos y a los vallecaucanos en especial, el fenómeno del narcotráfico que con su gran poder corruptor y con un Estado y una dirigencia cómplice fue coptando todos los espacios de la nación, especialmente lo que tiene que ver con los poderes regionales tanto políticos como económicos. En el Valle del Cauca el poder de esta nueva forma de organización delictiva provocó una estigmatización sin precedentes que llevó a la cárcel a toda su dirigencia política en el famoso proceso ocho mil, como no se vio en ninguna otra región colombiana y cambió de manera sustancial la forma de relacionarse de la sociedad vallecaucana, sus valores éticos, amen de sus gustos e imaginarios ciudadanos.

Frente a esta crisis que en otras regiones de la nación colombiana ha dado origen a una nueva literatura basada en el accionar de los protagonistas de la acción mafiosa en nuestro territorio y en sus enclaves norteamericanos y europeos y que se conoce como la novela sicaresca, ampliamente acogida por los jefes de mercadeo de las grandes editoriales que ven en esta expresión perversa del héroe una mina de oro para sus intereses comerciales, en el Valle del Cauca, se mantiene una tradición narrativa y poética que privilegia el buen uso del lenguaje, el mantenimiento de una trama que mantenga atenta la atención del lector en el desarrollo de la historia, como ocurre por ejemplo en la novela de Edgar Collazos que publicó el año pasado Hombre Nuevo editores y que lleva por título “El demonio en la proa” y que es ni más ni menos una historia de piratas.

Con la misma dedicación y el mismo cuidado en oficio trabaja una nueva hornada de contadores de historias, de “habladores” como los llama Mario Vargas Llosa en el libro que le dedica a la obra de Onetti y de los que podemos mencionar a Germán Cuervo, Eduardo Delgado, Maria Elvira Bonilla, Juan Fernando Merino, Harold Kremer, Boris Salazar, Orlando López Valencia, Alberto Esquivel, Hoover Delgado, Philip Potdevin, Julio Cesar Londoño, Oscar Osorio, Alejandro López Cáceres, Pilar Quintana, Antonio García, Oscar Perdomo Gamboa, Ángela Rengifo y José Zuleta que acaba de ganar el Premio Nacional de Cuento que otorga el Ministerio de Cultura con la obra “Ladrón de olvidos”.

Si a esta paciente y tesonera labor por la literatura, por ficcionar estos difíciles tiempos, sumamos la voz de jóvenes poetas como Elvira Alejandra Quintero, Carlos Patiño, Diego Rodrigo Echeverri, JJ Guzmán, Norman Muñoz Vargas, Hernando Urriago y Elizabeth Marín, para citar algunos, que insisten en demostrar que hay creación y vida en medio de la barbarie, entonces tenemos una vigorosa y esperanzadora obra en formación no importa lo que digan los indicadores de los circuitos comerciales.

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NoTiCas y enlaces de NTC … (Algo más sobre LITERATURA EN EL VALLE) :
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A.- INICIO DE LOS DIALOGOS:
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A.- Poéticas del desastre. Aproximación crítica a la poesía del Valle del Cauca en el siglo XX. Por Julian Malatesta. Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes del Valle del Cauca. Reeditado por el Programa Editorial de la Universidad del Valle en el 2003. LIBRO COMPLETO (digital) Leer , http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index.php?option=com_content&task=category&sectionid=10&id=20&Itemid=70
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B.- Cali-grafías. La ciudad literaria. Cali-graphies. La cité littéraire. Universidad del Valle, Programa Editorial . VERICUETOS, París. Edicion bilingue. Primera Edición virtual: Septiembre 16, 2009 (521 páginas) de la Primera Edición impresa: Febrero 2008 (420 páginas) .VER: Cali-grafias. La ciudad literaria.Cali-graphies. La cité littéraire. Edicion bilingue.
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Actualizó: NTC … / gra . Septiembre 21, 2009, 10:29 AM