.
NTC ... agradece al autor el envío del texto
y su autorización para publicarlo y compartirlo (enetecearlo)
..
ESAS MELODÍAS EN QUE NOS MECEMOS
Texto leído como presentación del libro
LA VERDADERA HISTORIA DE LA SALSA
del escritor Medardo Arias.
Evento llevado a cabo en el Centro
Cultural de Cali el jueves 24 de enero de 2013.
Darío
Henao Restrepo ( 1 )
Decano Facultad de Humanidades
Universidad del Valle
Me complace y le acepté a Medardo su gentil invitación para presentar este libro,
debo confesarlo, porque me cogió en caliente, esto es, por ser la música parte
esencial de todo el universo cultural, histórico, artístico y literario del
cual me vengo ocupando en los últimos años – el doctorado en Historias,
Sociedades y Culturas Afro-Latinoamericanas de la Facultad de Humanidades, el
Centro Virtual Isaacs como proyecto de recuperación de la Memoria cultural del
Pacífico colombiano y en el programa de televisión Conversan Dos y el sinnúmero
de entrevistas con nuestros músicos - lo
que me ha llevado a muchas lecturas y experiencias, todas muy próximas de los
temas que nos trae Medardo en La verdadera historia de la salsa. Como en su libro anterior, Palabra Afroamericana, dedicado a las obras literarias de las
Américas en la cual se da cuenta de todo el legado y los aportes de los negros
en nuestras sociedades, en este Medardo vuelve al género del ensayo para
ocuparse de todas las vertientes musicales afrocaribeñas, en especial la cubana
y la puertorriqueña, que configuraron lo
que se conoce como la salsa, esa denominación que tanto molestaba al gran Tito
Puente. Para el rey del timbal la salsa no era un género musical y señalaba “lo
que llaman salsa lo he tocado desde hace
muchísimos años: se llama mambo, guaracha, chachachá, guaguancó. Todo es música
cubana. La salsa se come, no se oye, se baila.”
Lo que Medardo hace es poner en su punto este movimiento musical, que
diferencias aparte y variedad de interpretaciones, ya tiene su lugar en el
mundo como el jazz, el rock, el tango o el samba. Vale un aquí una cita que
resume la perspectiva del libro:
(…) aunque Cuba dio
las claves rítmicas, fueron los músicos puertorriqueños afincados en Nueva
York, los que permitieron, junto a la bomba y la plena, y la apropiación
particular –“neoyorriqueñamente” caracterizada- del sonido cubano, la fragua de
la salsa. (p.40)
Y más, Medardo
precisa un mítico club de baile en Nueva York como el epicentro del surgimiento
de esta fusión de músicas afrocaribeñas:
Músicos tales como Tito Puente,
Jhonny Pacheco, Eddie y Charlie Palmieri, Bobby Valentín, Pete Rodríguez,
Ricardo Richie Ray, Willie Colón, Ray Barreto, Joe Bataan,Rafael Ithier, Kike y
Pappo Lucca, Roberto Roena, Reinaldo Jorge, Milton Cardona, Manny Oquendo,
recogieron el legado de los días febriles del “Palladium Ballroom”, el club de
Manhattan que cerró sus puertas a mediados de los 60, para “cocinar”, en la
capital del mundo, lo que hoy se conoce como “salsa”. (p. 42)
Y puntualiza:
Este ritmo que es hijo de tantas
razas. Pertenece por igual a Cuba, a Nueva York, a Puerto Rico, a Barlovento, a
Buenaventura, a Cali, o a Quibdó, a orillas del río Atrato. (P.45)
El núcleo social de goce y disfrute de
las músicas de la salsa siempre fue el barrio, sus salones de baile, universo
alimentado por la radio y las casas disqueras. No es el momento, pero al menos
vale señalar que para completar su estudio es preciso contemplar la historia
del baile, de sus bailadores, el papel de la radio y la producción
discográfica. Las investigaciones del profesor Alejandro Ulloa han aportado
mucho sobre el papel del barrio, empezando por el Harlem Hispano y el South
Bronx en Nueva York, albergue de los inmigrantes latinos. Esto, por supuesto,
acompañado de los estudios de los musicólogos que ayudan a explicarla en sus
aspectos rítmicos, melódicos, armónicos e instrumentales. Y por supuesto de la
dimensión sociológica y antropológica para entender su papel en nuestras
comunidades.
En mi reciente visita a Puerto Rico tuve la oportunidad de visitar
los barrios de Rafael Cortijo, Ismael Rivera, Daniel Santos, Cheo Feliciano y
Tite Curet Alonso: Santurce, Llorens Torres, Trastalleres, Villa Palmera, Loíza
y La Perla, lugares de mayoría afroborinqueña, también visitados por Medardo
cuando realizó su investigación para escribir estas crónicas que le valieron el
premio nacional de periodismo Simón Bolívar en 1982. Estos recorridos los hice
ciceroneado por mi amigo el musicólogo boricua
Ángel Quintero, con quien fui a visitar al cubano Cristóbal Díaz Ayala, a sus
83 años uno de los más grandes investigadores de la música del Caribe. También compartí en el Festival de La Palabra
con los más destacados escritores de Puerto Rico, muchas de cuyas novelas están
atravesadas por la música, me refiero a Luis Rafael
Sánchez con La guaracha del macho
Camacho y La importancia de llamarse Daniel Santos; a Edgardo Rodriguez Juliá con El entierro
de Cotijo y a Mayra Santos con Sirena selene vestida de penas y
Medicina Tropical; autores que tienen entre nosotros pares
como Andrés Caicedo con Viva la música, Umberto Valverde con Bomba Camará y Reina rumba, Óscar Collazos con Son de máquina, Fernando
Cruz Kronfly con La caravana de Gardel, Fabio
Martinez con El tumbao de Bethoven y Medardo Arias con Jazz para difuntos y Que es un soplo la vida. Todo esto
estuvo animado por realidades histórico-culturales que tenemos que ahondar y
comprender: las profundas relaciones de Cali y el Pacífico con el Caribe. Con
este propósito invitamos a todos estos artistas e intelectuales a la Feria del
Libro Pacífico, que tendrá este año a Puerto Rico como país invitado, y cuyo
tema será la Música y la Literatura y se le rendirá homenaje a Richie Ray y
Bobby Cruz y a la música de la Isla del encanto que tanto queremos en Cali, en
Buenaventura, en Quibdó o en Tumaco, para no hablar de otras tantas ciudades de
Colombia. Será una excelente oportunidad para que nuestros músicos,
investigadores y escritores entablen un fructífero diálogo sobre estos temas
tan importantes para la cultura de esta ciudad y el Pacífico colombiano.
Hay en todo esto que he mencionado un
universo de expresiones artísticas de suma importancia para la cultura de Cali
por lo que representa esta ciudad como espacio de confluencias del Pacífico
colombiano y con tan hondas conexiones con el Caribe. Asunto que necesita ser
profundizado si queremos darle norte y proyección a nuestra cultura en el
mundo. Enhorabuena llega este libro de Medardo sobre la salsa, pues sus
indagaciones se complementan con las que hiciera en el dedicado a la literatura. El tratamiento de estos asuntos
en la pluma de su autor alcanzan la dimensión reflexiva que ameritan como objetos
de conocimiento fundamentales para nuestra cultura. Vale en esta dimensión
destacar que entre ambos libros existen vasos comunicantes que llaman la
atención sobre una característica: la Literatura y la Música, su
entrecruzamiento, hacen parte de la configuración de las identidades urbanas de
muchas ciudades de este continente, en particular la de Cali, una ciudad mulata
y mestiza caracterizada por beber y apreciar las diversas tradiciones musicales que en ella
se han aclimatado. Fenómeno que en el campo de la música ha sido fértil para la
conformación de sus propias sonoridades, acompasadas con sus movimientos
urbanos y sus diálogos con otros ámbitos. Muy bien ubica Medardo, como fruto de
estos procesos, la aparición del maestro Jairo Varela y el Grupo Niche. Esta
música la define
“como una afortunada fusión entre
el bambuco viejo, el berejú, el patacoré, la jota chocoana y los alabaos, con
los ritmos de las Antillas.” (p.262)
Mucho ritmo, mucho swing y mucha poesía
animan los análisis y reflexiones de
esta verdadera historia de la salsa escrita por Medardo. Como lo dije del libro Cuerpo y
Cultura. Las músicas “mulatas” y la subversión del baile, de Ángel Quintero, este libro también
nos brinda la posibilidad de disfrutar su lectura cantando y bailando. Ayudado
de mi Ipad y el acceso a la infinita discoteca de You Tube pude recrear toda la
memoria de las músicas aludidas en el libro, tararear con un sabrosón baile de silla muchas
canciones, y más aún, reflexionar sobre el significado para nuestra cultura de
temas, menciono al azar, como El son de
la Ma Teodora de Teodora Ginés, Lamento borincano de Rafael Hernández, Sin negro no hay guaguancó de Tite Curet
Alonso, Déjala que suba de Ismael
Rivera, Menéame la cuna Ramón de Ñico
Saquito, Son de la loma de Miguel
Matamoros, Échale salsita de Ignacio Piñero o Zafra de Richie Ray, una
lista interminable. Destaco esto porque es lo que con trazos y pinceladas poéticas
hace Medardo en este vasto recorrido por la genealogía de la salsa,
remontándonos a los tambores traídos por los esclavos africanos y todo lo que
en su resistencia y lucha por la libertad forjaron en el Nuevo Mundo. Qué viva changó, señores reza el
estribillo de la canción de Celina bailada en todas nuestras fiestas. Referencia
que alude a un contenido de fondo: la presencia de la religiosidad afrocaribeña
y todo su santoral, muchas veces sincretizado con el santoral católico. Aspecto
que Medardo señala en muchas de las canciones, e inclusive, en las prácticas y
devociones de los músicos con los dioses africanos.
La salsa como mezcla de tantas corrientes
musicales no se podría explicar sin el tambor como instrumento central de la
vertiente afroamericana. Esa lejana África que acá
llegó con la infame trata de esclavos, en buena parte explica nuestra
particular manera de ser, de sentir y de expresarnos, que hoy nos distingue y
nos relaciona con la extraordinaria complejidad
y multiplicidad del mundo en el cual vivimos. Esto lo recuerda la
canción del Tite Curet Alonso, Primoroso
cantar, interpretada por el Pete “El Conde” Rodríguez con la
Orquesta de Johnny Pacheco:
“Primoroso
cantar
que
comenzó en un barracón
cuando
mi gente llegó
del
África lejana
trayendo un tambor”
A esa vasta genealogía de ancestros
africanos están filiados los sones de esta ciudad, ellos son la oculta compañía
que todos llevamos por dentro. Asomarnos a la ventana de la memoria vivida en
sus calles y en sus barrios es imposible no asociarlo con el río de melodías que han acompañado su devenir
colectivo y la condición alegre, abierta
y sandunguera de sus gentes. Sin duda este es el asunto de fondo tratado en el libro
de Medardo, La verdadera historia de la
salsa. La historia de esas músicas que con el nombre de salsa forjaron una
poderosa expresión de los latinos en Nueva York con inmediata repercusión en
los países de origen y en el mundo. Cubanos y Puertorriqueños, los que más,
pero también dominicanos, panameños, colombianos, venezolanos, mexicanos y
peruanos, contribuyeron e hicieron suya esta expresión de identidad y
afirmación en su condición de emigrantes en las grandes metrópolis
norteamericanas. Como apunta Alejandro Ulloa en La salsa en discusión, en este circuito migratorio se cocina la
salsa, como producto de una población semi-nómada en tránsito permanente entre
su tierra natal y el exilio. (p.78)
El libro nos brinda un vasto, panorama de
las sonoridades de nuestras músicas mulatas y la subversión del baile, como
denomina el musicólogo Ángel Quintero a la inseparable relación que se vive entre el
cuerpo y la música en nuestras sociedades. Esas
músicas “mulatas” han provocado las delicias del cuerpo, los encuentros
amorosos, la amistad, la solidaridad, la alegría y el humor, el dolor y la
tristeza, en fin, esas simples épicas que llenan la vida de la gente. La
salsa, entonces, según Medardo, tiene
todos nuestros defectos y virtudes. Es como una muchacha limpia, apenas bañada,
llevándonos al mundo de la fragancia, prometiéndonos agua de regaliz; en ese
aroma nos mecemos. ¡Qué gran perfume!
Muchos ritmos,
melodías e ideas han bullido por dentro al leer esta historia que nos regala Medardo,
con certeza eso acontecerá con todos ustedes. Este sentimiento me lleva a
expresarle que de ahí devienen mis afinidades intelectuales con su obra desde
que leí su poemario Luces de Navegación,
sus novelas Jazz para difuntos y Que es un soplo la vida, hasta Palabra Afroamericana, ese valioso libro
de ensayos ya mencionado, al que tuve la honra de presentar el año pasado. Para
la cultura de la región Pacífico y de Cali como su epicentro, contar con la
obra de Medardo Arias, este hijo de Buenaventura recalado en Cali, constituye
un punto alto de reflexión, conocimiento y
expresión estética, en momentos en los cuales esta ciudad y esta región
necesita de nuevos rumbos y para lo cual el aporte de sus artistas e
intelectuales debe ser un referente para sus gobernantes y ciudadanos.
Dos cosas quiero destacar por lo que a
partir de ellas se puede adelantar. La primera, el club Bronx Casino de Nueva
York, propiedad de un cubano de apellido Macera, según cuenta Eddy Palmieri, un lugar frecuentado
por los marinos de la Flota Mercante de Colombia, muchos de ellos traían esa
música a Buenavetura, en el caso del Pacífico, y a Barranquilla y Cartagena, en
el caso del Caribe. Así como los marinos caribeños que venían en los barcos de
la Graceline. Del bello puerto cantado por Petronio y Peregollo se irradiaba a
Cali, y lo destacó porque es un capitulo que está por escribirse, el de la
música en Buenaventura y sus relaciones con Cali. La segunda, es el amoroso homenaje que
Medardo le rinde en el capítulo final a su compañera, la musicóloga Lise Waxer,
quien dedicó su investigación a la influencia de los ritmos antillanos y se
vivió un par de años en Cali. De ese periplo quedaron muchas cosas y un libro, La ciudad de la memoria musical, apenas
publicado en inglés, y que valdría la pena su traducción y publicación entre
nosotros. Todo esto contribuiría a la importante bibliografía sobre la música
popular en Cali, que ya cuenta con libros como La historia de la salsa en Cali, La Salsa en discusión y la multimedia de la salsa de Alejandro
Ulloa, los innumerables textos de Gary Dominguez – El cuaderno Latino de la Salsa y sus audiciones de La taberna
Latina– y los de Orlando Montenegro en la revista Melómanos documentos, los libros de Pablo del Valle El son es universal y Arsenio Rodriguez, los libros de Umberto Valverde sobre la Sonora
Matancera, Celia Cruz, las orquestas femeninas- Abran paso - , y su más reciente, Jairo Varela. Que todo el mundo te cante, cuyo original he leído
por gentileza de Umberto, libro que todos los caleños podrán leer y coleccionar
en 20 entregas todos los domingos a partir de este 27 de enero en el diario El
País.
Una vez leída esta historia de la salsa, que
hoy nos entrega Medardo, tan bien documentada, al mismo tiempo que disfrutada,
pensada y poetizada, puedo asegurarles que el viaje por las páginas del libro es
como asistir a una fiesta, guateque, rumba, aguaelulo, bailongo, entre tantos
nombres habidos para nombrar este ritual danzario, en la cual todo el
repertorio musical resulta entrañable, familiar e íntimo, quizás, porque como
decía Alejo Carpentier, tanto en la literatura como en la música, a los
latinoamericanos nos hermana ese “aire de familia” fruto de compartir las
mismas vertientes que nos constituyen.
Al final dan
ganas de rumbantela, de salir a buscar la melodía en este Cali pachanguero.
Muchas gracias.
----
.
NTC ... ENLACES
Seguimientos: 1 de Enero de 2013.
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_12_28_archive.html
Medardo Arias Satizábal presentó su nuevo libro "La verdadera historia de la salsa"
en la Tertulia Médica del Pacífico No. 109, el 1 de Enero de 2013.
VIDEO de la intervenci ón: http://www .youtube.c om/watch?v =4ph__GgII 2A
.
NTC ... ENLACES
Seguimientos: 1 de Enero de 2013.
http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_12_28_archive.html
Medardo Arias Satizábal presentó su nuevo libro "La verdadera historia de la salsa"
en la Tertulia Médica del Pacífico No. 109, el 1 de Enero de 2013.
VIDEO de la intervenci
.
1 comentario:
me encanta la salsa de Cali como dice la cancion de Cali Pachanguero “Cali es Cali lo demas es loma” le recomiendo esta discotecas una de las mas representativas en la cual he adquirido sus servivio se llama El Escondite ubicada en Cra. 37a # 5-14, San Fernando , su atencion es excelente, hay musica variada, tiene un buen ambiente se disfruta mucho la verdad se las recomiendo y es una de las Discotecas mas Antiguas de Cali,
Publicar un comentario